Mi primer escenario: la calle



¿El sentido de este reportaje? Rescatar sentimientos de alguien que vive una realidad completamente diferente a la mía. ¿Las herramientas que utilizaré para demostrarlo? Mis escasos talentos musicales. ¿Mi Objetivo? Retratar mi vida como música callejera por un día.

Por Paulina Alvarado

Mmm… a ver, qué será lo mejor. Sí, este pantalón jamás me lo pondría en otras circunstancias. Y este chaleco sí…sólo que con el pañuelo tomará un matiz distinto. Las zapatillas rayadas y rotas pasan inadvertidas, ni se ven bajo el ancho de mis jeans. Un gorrito negro, ese que me regaló Serón cuando fui a Chiloé, para ocultar mi pelo rubio, que con los ojos azules, no me ayuda precisamente a caracterizar a una hippie que va cantando por las calles para ganar un par de monedas.

Me cuelgo el morral, el banano, guardo el capo de la guitarra, me cargo ésta al hombro y parto. Parto a poner a prueba mis escasos conocimientos en guitarra, y los nulos que tengo en canto, al escenario más hostil de todos: la calle.

La verdad, es que sé que estaría menos nerviosa si supiera tocar guitarra como los dioses y cantara de una forma aceptable. Pero, como supongo que será muy poca gente la que se detenga a oír, no importa.

Voy caminando por Bulnes, desde la galería Ñielol, buscando un espacio que esté libre de vendedores ambulantes u otros artistas callejeros, para evitar rencillas territoriales, que supongo, deben existir.

Camino y camino, y a pesar de los pudores que me hacen creer que todos me miran, nadie se fija en mí. Al menos eso es un buen augurio, quiere decir que mi apariencia no es estrafalaria ni nada, sino de lo más normal.

Al fin, me acerco a la salida de la galería Massman, por calle Bulnes. En una de las esquinas de la salida hay un hombre pintado de negro, que espera que le echen una moneda para moverse. La producción del sujeto para desempeñar su papel de estatua humana es notable, pero me alejo de él, para que no crea que me cuelgo de su público, que no es poco.

Así que elijo la otra esquina de la misma salida, a unos 4 metros de distancia de él. Además, me preocupo de colocarme justo en el pilar, de manera que no me reclamen que estoy tapando las vitrinas.

Una vez sentada, con mi gorrito tirado al frente mío esperando alguna generosa colaboración, tomo la guitarra. Antes de empezar, tomo aire. Me consumen los nervios. Admiro a esos artistas que tienen estómago para pasar tardes enteras desempeñando su labor. Me recrimino por no ponerles atención y por ser tan tacaña y jamás soltar una moneda a esta noble gente, que sin hacer daño a nadie, espera una recompensa por parte del público.

Cuando caigo en cuenta de que, efectivamente nadie se fija en mí, me atrevo a lanzar los primeros acordes de una canción de James Blunt, Tears and Rain. Sí, lo sé: es de locos pensar que cante canciones en inglés en la calle para ganar dinero y la gente me crea, pero al pasar el tiempo, nadie pareció encontrarlo extraño.

Alcancé a tocar una estrofa del tema y se acercó a mí una vendedora ambulante, que cada vez que paso por ahí, desde que tengo memoria, está vendiendo comics y libros pirateados. Se acercó con su falda larga, pelo blanco hasta la cintura y un sombrero. Se agachó, poniéndose en cuclillas al frente mío. Con sus ojos azules llenos de experiencia y una sonrisa desde lo más profundo de su ser, me preguntó de dónde era y qué estaba haciendo ahí.

Le comenté que era de Temuco y en mi afán por probar cosas que nunca había hecho antes, me lancé a la calle para ganar algunas monedas. Ella se rió con alegría, me deseó suerte. Con un aire muy maternal, lo último que me dijo fue que yo le recordaba a ella, que siempre se arriesgó buscando cosas nuevas.


“Suerte mijita, que te vaya muy bien. Me tinca que te lo mereces”.

Cuando se fue, tomé aire otra vez. Canté la canción entera, mirando a mi alrededor para observar qué pasaba con la gente que por ahí transitaba. Incluso pensé “¡debería cantar más fuerte!”, porque pasaban personas por el lado de mi gorrito casi pateándolo, como si nadie me viera ni me escuchara. Como si nadie notara mi presencia siquiera. ¿Dónde quedó el respeto?

Bueno. Terminé. ¿Ahora qué? Bueno… tocar otra, ¿qué más?

Other side of the World, KT Tunstall. Fue la primera canción que me aprendí, así que me la sé al revés y al derecho: me dio más seguridad. Me sentí mejor cantando esa.

Sentía que estaba en medio de una multitud, de pie. Todos alrededor mío dándome la espalda, porque con suerte un par de personas fijaban su vista en mí.

A la tercera canción, ya cuando no tenía que poner tanta atención a lo que tocaba (ya me acostumbraba al rasgueo, porque sólo sé hacer uno) logré fijarme en la gente que me rodeaba.

Descubrí a una mujer de mediana edad con su hijita, que me miraban desde uno de los puestos de los ambulantes ubicados justo frente a mí. Estuvieron ahí mucho rato, hasta que se aburrieron y siguieron caminando nada más. Pero lo que se supone yo quería y necesitaba era dinero.

Ocurrió lo mismo con varias parejas. Los niños eran los que más me miraban, tirando más tarde las chaquetas de sus mamás para rogarles que les dieran una moneda. El sueño de todo niño es dejar él mismo la moneda a ese artista que hace algo que ellos ven tan lejano a sus posibilidades.

Hasta que dos mujeres me observan y escuchan al pasar a mi lado. Se detienen un par de metros más allá. Una de ellas mete la mano a su bolsillo. Saca la ansiada recompensa. Se acerca y la deja en mi gorro. Le agradezco con una inclinación de cabeza, porque estaba cantando y no podía detenerme. Cuando termino el tema, me inclino a ver de cuánto es la propina. 500 pesos. Creo que jamás he dado 500 pesos de propina, ni siquiera en un restaurante.

Busco en mi bolsillo el capo. Me preparo para interpretar una de mis canciones favoritas, Goodbye my Lover, de James Blunt. Pasa una pareja por al frente mío. Ella le comenta a quien seguramente es su marido “mira, pobrecita”. Sí señora, gracias por su compasión, pero no me sirve de nada que usted sienta lástima por mí, si no es capaz de soltar 100 pesitos. Para mis adentros, pensaba: “menos mal que no necesito verdaderamente el dinero, porque en realidad, moriría de hambre. Aunque también hay que admitirlo, no canto como un ángel. Por eso estudio periodismo.”

Al correr de los minutos, comienzo a sentir dolor en las yemas de mis dedos, que sumado al frío que calaba mis manos, hizo el tiempo más insoportable. Y bueno, mi trasero también empieza a helarse y a doler: olvidé llevar un diario para usar de asiento. La falta de experiencia me pasa la cuenta. Es entonces cuando empiezo a pensar que sería muy malo estar ahí presionada a ganar algo de dinero por necesidad.

Es entonces cuando veo venir a la policía y me pregunto si será legal estar ahí haciendo show en la vereda. Pero simplemente pasan. Uno de ellos me mira con simpatía, incluso.

Mientras continuaba con mi original puesta en escena, salió la encargada del local Hush Pippies que está al lado de la entrada donde yo cantaba. Estuvo escuchándome unos minutos. Luego entró, seguramente pensando que no canto muy bien.

Lo mismo ocurrió con dos hombres que pasaron. Me miraron y cuando siguieron de largo, como todos, comentaron: “¡uy! Qué desafinada”. Claro, inoportunamente pasaron cuando llegué a la nota más alta de la canción y obviamente no fui capaz de llegar a esa peculiar nota. Por primera vez sentí el poder de la crítica del simple individuo auditor.

Estoy llegando al fin de mi repertorio bilingüe y decido cantar un último tema en español: el Muelle de San Blas. En seguida, fue obvio que mucha gente conocía esa canción. Conseguí más atención, más miradas, tanto de gente joven como de personas más adultas.

Varios, al pasar y escucharme cantar, bajan la velocidad de su pernoctar por el centro. Pero nadie me tira ni 10 pesos. Lo más cercano al apoyo que pude captar, fue el de mi vecino de la calle: el vendedor de gafas y sombreros. Desde que me senté comenzó a mirarme y llevaba el ritmo de mis canciones con un papel que tenía en la mano. Incluso llegó a tararear un par de temas. Nunca supo lo agradecida que estuve de ese gesto, de que no me pusiera ninguna mala cara.

Al fin, cuando ya no me quedó balada por cantar, llega la hora de irme. Mis piernas adormecidas de estar tanto rato en la misma posición demoran unos minutos en responder. Cuando por fin logro ponerme de pie, tomo mi gorrito, guardo la moneda de 500 y el capo en mi bolsillo. Me echo la guitarra al hombro y comienzo a caminar. Misión cumplida, pero si esos 500 pesos fueran mi capital destinado a sobrevivir, ¡no me alcanzaría ni para comprar un kilo de pan!

7 comentarios:

Felipe Martin dijo...

La verdad es q quedé pa dentro con el reportaje
Encuentro increible que hayas hecho eso, creo q pocas personas q no lo NECESITEN serian capces de ponerse en esos zapatos. Me parece ademas una buena manera de estudiar como pasa la gente que vive de eso, como lo miran los demas, como se sienten cada segundo. Aunque ese poco rato, aun difere enormidades con la realidad, creo que diste varos pasos a comprender la realidad de muchos chilenos.
Te juro q toy q agarro mi guitarra y me voy a cantar tb pa cachar q onda, pero de seguro q no gano niuno jaja, aun me falta mucho por aprender.
De nuevo, felicitaciones por la idea
saludos

amapola dijo...

me gusto mucho lo que lei...muy chistoso..en una de esas cantay mal, pero logras llamar la atención....

eso en si es un acto artístico

mucha suerte
marisel

Luis Alberto Mendoza dijo...

Mi amooor =')

lei todo tu blog y eres hermosa, tan linda eres la persona mas linda que hay. Y estoy muy feliz y orgulloso que seas mi polola.

TE AMO muuuuchooo !

Ignacio Palma dijo...

OFUSCADAAAAA!!!!!, CÓMO ESTÁ LA MUJER MÁS OFUSCADA OF THIS WORRRRRLDDDD!!


WENA POR EL REPORTAJE LOQUITAAAA JEJEJEJEJE (ACUERDATE QUE CASI HAGO ALGO PARECIDO PERO YO TOCANDO EN ALGUNAS MICROS DE TEMUCO), PERO DESPUÉS CACHÉ Y ME DIJE: NOOOOO, MUCHO PLAAAGIO, ME VOY A PARECER A RATAA. AJAJAJA

YA PAULII, Q TE VAYA BIEN EN TU PASANTÍA EN TELETRECE TEMUCO CON ALEJANDRO "RATA" CAROCA.

Yukino Granger dijo...

esta demasiado buenop tu reportaje, ademas de interesante, esta excelentemente bien redactado y es muy entretenido leerlo. Te felicito, amiga, veo que tus esfuerzos en la u han dado frutos, vas a ser una excelente periodista, ESTOY SEGURA :P

Un abrazo gigante loquilla

^^

Unknown dijo...

Te pasaste!! Buena experiencia, buena forma de plasmarlo en palabras.

Saludos.

Anónimo dijo...

buenaa paulii aperra total...otro dia me cuentas en persona eesta experiencia...gilda