¡Quererlas, no entenderlas!

Mientras ese tipo invita a otro a sacar a bailar a alguna mina, mientras un hombre logra invitar a otra a tomarse un trago, mientras otro “gana” con alguna pobre mujer desvalida (consecuencia del alcohol ingerido durante la jornada), un mundo paralelo se desarrolla a no más de unos metros de la barra. Un mundo que se esconde tras una puerta que dice “mujeres”, ese mundo que todos quieren conocer, que todos quieren entender, que está atestado de mujeres copuchentas, aproblemadas, ebrias o vanidosas: el baño. Parece ser un completo enigma para los hombres y una de las preguntas más recurrentes entre los ellos: ¿Por qué las mujeres no van solas al baño?

Para esta interrogante hay muchas posibles respuestas, algunas muy racionales e incluso recomendables y otras que son típicas de nuestro género u que seguramente, no vas a entender.

La primera: es demasiado obvio que no vamos solas al baño. ¿Qué pasa si hay algún tipo que se quiso pasar de listo y espera a alguna señorita para hacer de las suyas? Ir sola al baño es peligroso, eso todas lo sabemos, porque la mamá se encargó de hacernos entender ese detalle la primera vez que salimos a la disco: ¡Y no vayas a ir sola al baño! Y en verdad, le encuentro toda la razón, porque no me extrañaría nada encontrarme con algún pastelazo en el baño, listo para dar el salto.

La segunda: cuando uno va a la disco, siempre está dispuesta a que algo interesante pueda pasar. La otra vez con el Seba, por ejemplo. Me llamó para preguntarme si quería ir al Faro. Obvio que después de que él me dijo que iba para allá con sus amigos, le tuve que responder que sí. Al tiro llamé a la Caro y le dije que saliéramos a bailar, la única que siempre me apaña. La pasé a buscar y por mientras que nos echábamos una manito de gato en el auto, le dije que este tipo iba y le conté, para que me apoyara moralmente.

Cuando llegamos, él estaba afuera así que lo fuimos a saludar. Pero así corto nada más, hay que actuar un poco y hacerse la interesante, siempre.

Cuando empezó la música buena, me sacó a bailar. Después de algunas canciones, estábamos bailando de lo más apretados, así que me detuve un segundo y le dije que fuéramos a tomar algo, esbozando una coqueta sonrisa. Mientras esperamos que alguien en la barra nos atienda, le digo que me pida una “blanca” mientras yo voy al baño.

En el camino, paso al lado de la Caro y me la llevo de un brazo al baño. Una vez ahí,

sacamos nuestros maquillajes para retocar un poco y le cuento todo lo que está pasando.

- ¡Weona, se viene! Te juro que con el Seba hay demasiada onda, hoy día sí

que me lo agarro.

- ¿En serio? Pero igual yo encuentro que este tipo es muy chanta pa’ ti, no sé.

- ¡Ay, me da lo mismo en verdad! Total, tampoco quiero pololiar con él, nunca pa tanto.

- Ya, entonces dale nomás, pero me tienes que contar todo después.

- ¡Obvio que sí!

Este tipo de cosas hay que contarlas con la euforia del momento, el baño es el único lugar donde se puede hablar… y si esas paredes contaran los secretos que guardan, ¡uf!

La tercera: toda la pre-producción que uno hace antes de salir a carretear, hay que mantenerla durante la noche. Supongo que también se preguntarán por qué andamos con la cartera colgando toda la noche. Bueno, ambas cosas van de la mano, porque resulta que el maquillaje, perfume, desodorante y otros productos que usamos no tienen efectos eternos y hay que aplicarlos más de una vez en la noche. Así que tenemos que ir al baño a arreglarnos, con alguien que nos diga si nos quedó muy marcada la línea de la base, si se nos ve un ojo más chico que el otro o si se nota mucho la espinilla que me acabo de cubrir de polvo o por último, a comentar si esa polera o pantalón me hace ver pálida, gorda, me marca el rollo, me agranda las pechugas, etc, etc, etc.

La cuarta: ¡por favor!, lo que pasa es que nunca han entrado a esos baños, porque además los hombres no necesitan puertas para ir a hacer sus necesidades. ¡Jamás, pero créanme que jamás están en buen estado las portezuelas de la taza del baño! Así que siempre necesitamos a una amiga de confianza que nos afirme la puerta, defendiéndonos de las miradas indiscretas de minas desconocidas, atentas a cualquier oportunidad de pelambre. Así que por precaución, obvio que hay que ir acompañada.

Así que ahí están. ¿Te parece una sorpresa o piensas que estamos locas respecto a algunas de nuestras necesidades? O simplemente pensaste “¡minas…!”. Bueno resulta que esas son las famosas razones de nuestra ida en grupo a los baños, sobre todo en carretes. Y en realidad, creo que lo mejor es que entiendas que a las mujeres no hay que entenderlas, hay que quererlas.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

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